La Habana, 9 nov (EFE).- Los dos apagones totales que ha sufrido Cuba en las últimas tres semanas son un desastre económico, político y social que profundiza la crisis multidimensional que sufre el país, coinciden expertos consultados por EFE. .
Los apagones profundizan la crisis multidimensional que sufre Cuba, antes de que una avería en una central termoeléctrica clave provocara también el colapso del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) y dejó el país en la oscuridad durante más de tres días.
Las consecuencias de estos recortes de varios días son imposibles de enumerar: desde la paralización del tejido productivo hasta la pérdida de alimentos refrigerados en comercios y hogares, desde colas en centros de servicios (gasolineras) hasta la suspensión del suministro de agua, pasando por la paralización de escuelas y las afectaciones en hospitales, transporte y el preciado sector turístico.
A nivel macroeconómico el golpe es evidente. «Yo esperaría una caída muy significativa del producto interior bruto (PIB) este año», dice a Efe el economista cubano Pavel Vidal, vaticinando «la tercera recesión desde la pandemia» para Cuba.
En su opinión, el país ha caído en la «trampa de la pobreza» y sus «capacidades y posibilidades de recuperación» se han agotado. «Aunque se hagan las cosas bien, ya no hay posibilidad de salir de esta crisis», argumenta.
Necesidades básicas
tamarys bahamonde, Economista y doctor en Políticas Públicas, considera que “en un país con las condiciones tan precarias -sociales y económicas- que tiene Cuba, el impacto de la paralización del sector productivo y de la prestación de servicios es devastador».
«No hay crecimiento, no hay desarrollo y no hay satisfacción de las necesidades humanas en el siglo XXI sin electricidad», afirmó en declaraciones a EFE.
Además de resaltar el impacto en la productividad y eficiencia de las empresas por los costes directos e indirectos de los apagones, Bahamonde destaca la situación en la que los cortes prolongados de energía dejan a las personas.
«Los ingresos de la mayoría de los cubanos no les permiten navegar con éxito en este contexto de inseguridad alimentaria y crisis energética simultáneamente», afirma.
Rita García, directora del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo, subraya este punto, refiriéndose al «terrible agotamiento físico y mental» de «cada anciano, cada niño, cada madre» en esta situación.
«La gente no puede soportarlo más: es terrible. Más horas (de apagón) que en el periodo especial. Estamos trabajando 20 horas al día y estamos desesperados», dice a Efe sobre la ciudad de Cárdenas (oeste).
García relata también la «tensión» que supone para su institución mantener la atención a 120 personas mayores muy vulnerables, a las que llevan comida a sus casas a diario.
La socióloga cubana Cecilia Bobes cree que en esta situación pueden producirse «protestas aisladas», aunque no un «estallido similar al del 11 de julio» de 2021, las mayores manifestaciones antigubernamentales en décadas.
La «extrema precariedad» alimenta «indignación», «ira» y un «sentimiento de injusticia», explica Bobes, pero también provoca tristeza y desesperanza, que desmovilizan, al igual que la necesidad de asegurar la supervivencia y el despliegue de «recursos» de las autoridades para evitar protestas.
Incertidumbre
Para la antropóloga social Katrin Hansing, profesora de la City University de Nueva York (CUNY) y experta en Cuba, los prolongados cortes de energía también están generando «mucha incertidumbre», una «energía muy negativa» que causa «angustia». «ansiedad» y «estrés».
«Hemos despertado a la nueva realidad de que en cualquier momento se puede cortar la luz durante mucho tiempo y saber eso produce no sólo una enorme incertidumbre, sino también un malestar permanente», explica.
Hansing sostiene que estos apagones totales han puesto de relieve simbólicamente, pero también de manera más general, «un sistema que es muy frágil», lo que suscita dudas sobre «el futuro de este país».
Cuba lleva cuatro años inmersa en una grave crisis. A los prolongados apagones diarios se suma la escasez de bienes básicos (alimentos, medicinas, combustible), una inflación que ha triplicado los precios, una creciente dolarización y una ola migratoria sin precedentes.
La pandemia, el endurecimiento de las sanciones estadounidenses en el primer mandato de Trump (2017-2021) y las fallidas políticas nacionales han exacerbado los problemas estructurales de la economía cubana.
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