Vicepresidente de los Estados Unidos, Kamala Harrisanunció el miércoles nuevos incentivos para devolver a Estados Unidos al “liderazgo global” en manufactura en comparación con Porcelana y se comprometió a tomar medidas si el gigante asiático adopta prácticas económicas que perjudiquen a los trabajadores estadounidenses.
“Debemos asegurarnos de que Estados Unidos, no China, lidere la competencia en el siglo XXI”, dijo en Pittsburgh, ciudad conocida por su industria siderúrgica y ubicada en el estado de Pensilvania, clave para las elecciones del 5 de noviembre.
Harris anunció que si gana la Casa Blanca, volverá a poner a EEUU en el “liderazgo mundial” del sector manufacturero del futuro con inversiones en sectores como el aeroespacial, la inteligencia artificial, la computación cuántica y las energías limpias.
También prometió duplicar el número de plazas de formación para aprendices de manufactura y se comprometió a fortalecer “ciudades industriales” como la propia Pittsburgh, que al igual que otras ciudades estadounidenses se han visto afectadas por la globalización y la deslocalización de puestos de trabajo a otras partes del mundo.
Harris fue particularmente crítica con China, acusando al país de dañar la industria manufacturera estadounidense durante años, y dijo que a diferencia del expresidente Donald Trump, su rival en noviembre, no dudaría en tomar medidas enérgicas si sintiera que Beijing estaba dañando a los trabajadores estadounidenses.
“Aunque Trump fue constantemente manipulado por China, nunca dudaré en tomar medidas rápidas y firmes cuando China socave las reglas del juego a expensas de nuestros trabajadores, nuestras comunidades y nuestras empresas”, prometió.
Harris adoptó así un enfoque populista similar al de Trump, culpando a China de las pérdidas de empleos y utilizando un lenguaje particularmente duro que fue aplaudido por los asistentes.
Una filosofía “pragmática”
Sin embargo, la mayor parte de su discurso se centró en su filosofía económica, que definió como “pragmática” más que ideológica y arraigada en su propia biografía.
Harris destacó que se crió en una familia de clase media, como hija de una madre divorciada, en contraste con Trump, hijo de un rico promotor inmobiliario de Nueva York. Recordó que, cuando era niña, veía a su madre sentada en una mesa de fórmica amarilla, a altas horas de la noche, con una taza de té en la mano y un fajo de billetes delante, tratando de asegurarse de poder pagarlos.
En cambio, dijo, su rival no conoce a la clase media. “Para Trump, nuestra economía funciona mejor si beneficia a los dueños de los grandes rascacielos”.
«No, si beneficia a quienes las construyen, a quienes colocan los cables y limpian los pisos», dijo. Harris, a quien Trump ha tachado de socialista, se definió como «capitalista» y defensora de los «mercados libres y justos».
“Una economía de oportunidades”
Expuso su visión de una “economía de oportunidades” basada en tres pilares: primero, hacer crecer la clase media reduciendo los costos diarios, incluidos los medicamentos; segundo, invertir en la innovación y el emprendimiento estadounidenses; y tercero, liderar el mundo en las industrias del futuro.
Durante su campaña, ha propuesto un bono de $25,000 para quienes compren una vivienda por primera vez y ha prometido restablecer el Crédito Tributario por Hijos, introducido durante la pandemia, para que las familias puedan acceder a un crédito fiscal de hasta $3,600 por hijo, además de ofrecer un crédito especial de $6,000 para nuevos padres.
El demócrata también se ha comprometido a reducir los impuestos para más de 100 millones de hogares de clase trabajadora y media y a aumentar las deducciones fiscales para nuevas pequeñas empresas de 5.000 a 50.000 dólares.
Al mismo tiempo, ha dicho que aumentará el impuesto mínimo que pagan las grandes corporaciones del 21% actual al 28%. Sus comentarios del miércoles se produjeron un día después de que Trump diera un discurso en Georgia, otro estado crucial, donde dijo que, de ser elegido, reduciría los impuestos a los fabricantes, eliminaría regulaciones, aumentaría los aranceles a los bienes importados y ofrecería tierras federales a las fábricas.
