PROMESAS IMPOSIBLES

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Santo Domingo.- Nov. 19, 2022

PROMESAS IMPOSIBLES

Cuando la campaña electoral del 2020 estaba en su momento más álgido, las promesas de los candidatos presidenciales se desbordaron como hacía mucho tiempo no se veía.

Las sempiternas ofertas electorales de bajar el costo de la vida, acabar con la criminalidad, aumentar las ayudas sociales, reducir el desempleo, entre muchas otras, estuvieron a la orden del día.

Se llegó a poner plazos  para que las mismas se cumplieran como si se tratara de un reloj de arena que seguiría su curso sin respetar nada que no fuera el designio del dios tiempo. Y sí, ciertamente todos prometieron, pero solo uno podía ganar y llevar a cabo su plan de gobierno acompañado de sus promesas.

El agraciado del certamen fue el presidente actual de la República, Luis Abinader Corona, que enamoró al electorado ofreciendo villas y castillas. Se fue lejos, hasta el punto de llegar a decir que reduciría la criminalidad en un 50 por ciento en dos años, y más aún, le dio visos de credibilidad al decir que tenía un diagnóstico de la situación y un plan elaborado por su entonces asesor en la materia, el ex alcalde de la ciudad de Nueva York, Rudolph Giuliani.

Pasó el tiempo y esta como otras promesas empezaron cumplir su periodo de caducidad. Pasaron los dos primeros años y en vez de verse reducida la criminalidad a la mitad como se había ofrecido, la misma ha ido en aumento el último año según cifras del propio gobierno.

Este tipo de promesas, los mas cautos no la asumen como realizables, sino más bien, como algo para lograr el enamoramiento del colectivo y que después muy fácilmente se le pueden buscar excusas, que pueden ir: desde teorías conspirativas, hasta endilgar las culpas a los incumbentes sectoriales.

Pero la realidad es que prometer cosas que no se pueden cumplir trae sus consecuencias. Primero el desencanto del colectivo que se enamoró del ofrecimiento, pero el peor daño es a la democracia, que ve en sus protagonistas un grupo de mentirosos que ofrecen y no cumplen. Ese desencanto puede revertirse, pero también puede escalar a que la mayoría se decante por un líder mesiánico de esos que nunca terminan en buena cosa.

Lo pertinente es que la ciudadanía se eduque para no vender su voluntad como elector al que más le ofrezca, sino que elija al que ofrezca lo mejor dentro de lo posible. Solo así tendremos una mejor y más robusta democracia y de esta manera alcanzar el tan anhelado desarrollo social.

John Vladimir Bencosme
Abogado y periodista dominicano. Fundador y director del diario digital ElBuenDía.com
  

 

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